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La cultura de la seguridad


Los Sistemas de Gestión de la Seguridad y Salud en el Trabajo en las empresas son aspectos que deben trascender todos los niveles de la organización: desde el operativo, pasando por el estratégico y, por supuesto fuertemente ligado al componente administrativo, pues es desde allí desde donde deben originarse las acciones necesarias para que la seguridad en su empresa sea más que una bonita palabra.

Es común la creencia que asegurar la implementación y cumplimiento de medidas de seguridad en el nivel operativo, es garantía de que los niveles de riesgo disminuirán, y de que si hay un énfasis constante en ello, su compañía está cumpliendo satisfactoriamente con los niveles de seguridad y los programas requeridos.

Pero más que un conjunto de prácticas que se desarrollan conforme a una norma y porque ella lo exige, es necesario crear una verdadera conciencia, un verdadero sentido acerca de la importancia del propio cuidado, y de las necesidades particulares y propias de su empresa, que bien pueden ser identificadas por todos y cada uno de los trabajadores, de tal forma que exista coherencia entre la norma y las necesidades puntuales de cada organización.

Esto pues, sólo puede lograrse desde la implementación de estrategias que tengan continuidad en el tiempo, que se alejen del deber ser y se inserten en la lógica del propio cuidado, y del interés por el bienestar general. Esto, por supuesto, requiere a su vez una ardua y comprometida labor desde el nivel administrativo, que debe ser el responsable de liderar estos procesos, en el largo, mediano y largo plazo.

¿Cómo sería entonces posible acercarse, desde este enfoque, a esta cultura de la seguridad y la salud laboral?

Esta misión debe abordarse desde tres perspectivas diferentes: la del pensar, la del decir y la del hacer. Esto significa que el nivel administrativo juega un papel importantísimo desde el momento mismo en que el pensar en las estrategias a seguir, requiere un conocimiento cuando menos profundo del conjunto de problemas que podrían aquejar a su empresa en el nivel operativo, y además del conjunto de creencias, motivos y preferencias personales que pueden efectivamente influir en la ejecución de lo planeado.

Debemos recordar que “ser trabajador” o “ser empleado” es tan solo una de las muchas facetas en las que se desenvuelven los individuos, y el ambiente laboral uno de los tantos en los que interactúan o se han desenvuelto a lo largo de su vida. Es así como los empleados, a más de ser la fuerza productiva de su empresa, son también seres multifacéticos, permeados por un enorme conjunto de valores, creencias, supuestos, esperanzas y expectativas, que influyen en todo lo que hacen generalmente.

Es así como la labor de planeación de los programas de seguridad y salud en el trabajo, más allá de estar ligados con un deber ser, impuesto por las normas vigentes, deben involucrarse “afectivamente” con el entorno y en el ambiente laboral.

Una segunda fase, no menos importante, es la del decir, que sin duda debe tener coherencia con la planeación y en el marco del conjunto de valores y creencias más o menos compartidos por el grupo a quienes se dirige. Es por eso que esta labor debe también estar en manos de un experto, un verdadero líder conversacional, capaz de afectar sensiblemente a aquellos a quienes se dirige y facilitar así un pensar y un obrar determinado en el grupo.

Esta cultura debe insertarse en la forma de vida, en el sentir mismo de cada uno de los empleados y miembros de la organización. Es esto es lo que comporta una verdadera seguridad en la empresa. Cabe decir que unos excelentes resultados en las evaluaciones y auditorías sobre el tema, si bien pueden indicar que se obra conforme a una norma, no garantizan que haya una verdadera cultura ni un estado plenamente consciente de la importancia de asumir un estilo de vida que redunde en el bienestar generalizado.

Por último, el nivel del hacer estará plenamente garantizado si el nivel administrativo ha sido capaz de generar esta cultura a través de una adecuada planeación y una eficiente socialización. Pues es ella –la cultura de la seguridad y salud en el trabajo- la que más allá de la norma, garantizará niveles reales de seguridad, reflejados en una preocupación constante de los empleados por si mismos y por sus semejantes y en unos bajísimos índices de accidentalidad y niveles de riesgo.

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